Alan García, atrapado entre la humillación y el honor.



La humillación es el principal factor de suicidio entre los orientales. Por ejemplo, cuenta la historia de que la señorita Liu, de 18 años trató de suicidarse solo porque en su trabajo (una fábrica de porcelana) sus superiores habían extendido a 6 meses el plazo de ¨trabajador a prueba¨; por lo que ella entendió una desconsideración al honor y la palabra contractual […] y, terminó suicidándose.

Quizá Alan García sintió la misma indignación y humillación, que después de haber sido 2 veces presidente de Perú; y además, el político (que según sus propios adversarios) más inteligente y elocuente de la época moderna, esté pasando por la terrible situación de ser señalado, esposado y conducido a prisión por el odio de aquellos que no han superado todavía, que este hombre (Alan) fue, a lo mejor, el político más joven y exitoso entre ellos. Militante aprista desde sus estudios de secundaria. Diputado por ese partido en la Asamblea Constituyente (1979). Alan García se convirtió en el orgullo de Víctor Raúl Haya de la Torre (aquel zorro político, veterano, pensador y líder aprista). Cabe destacar que este partido desde sus cimientos acuñó y divulgó la frase [seasap] "Sólo el APRA salvará al Perú" […] Alan García a la edad de 36 años incendió la mecha de la esperanza (…) al convertirse en el presidente de todos los peruanos (1985).

A todo esto me surgen las siguientes interrogantes: ¿A caso sus adversarios tenían el temor de que Alan García, además de presidente de la República de Perú, se convirtiera en lo que había profetizado Víctor Raúl Haya de la Torre, en el ¨mesías¨ de los peruanos? ¿Es por esto que deciden desde aquel momento levantarse contra todo pronóstico hasta destruirlo y matarlo a pellizcos?

Enterrar a los presidentes ¨vivos¨ con la finalidad de desinflar cualquier candidatura posible a la Presidencia de la República, es un acto de egoísmo o, acorralar y crear una glosa procesal penal a aquellos políticos que discrepan del Partido de Gobierno con la única finalidad de inhabilitarlos; y aún más, si les permiten, también los encarcelan, es un acto endemoniado.

Dice el refrán popular: ¨Apretar demasiado la tuerca, puede correr la rosca¨. Apretar la tuerca Judicial más de lo que llama la razón y el honor de las personas y los cargos que representaron, es un atropello a la dignidad humana.

Alan García Pérez fue un político humano y, fue un gobierno no menos que el promedio de los gobiernos latinoamericanos de los últimos 50 años.

Todos sabemos que en América Latina el promedio de los presidentes que gobernaron sus respectivos países lo hicieron bajo Sistemas Democráticos viciados e imperfectos, Sistemas de Justicia manipulables y Sistemas de Seguridad inseguros, y Perú, no es la excepción. Tampoco, lo fue Alan García ni como político ni como gobernante.

Desde el re apresamiento del ex presidente Alberto Fujimori y los 36 meses que acaban de imponerle a Pedro Pablo Kuczynski, más la coerción penal que pesa sobre la lideresa del Partido Fuerza Popular Keiko Fujimori, es claro, que todo esto es un entramado, una comedia y una persecución endiablada e inhumana; y, por lo tanto, se ha desnaturalizado de la Justicia y la verdad.

No tiene sentido. Los presidentes que han gobernado en los países de América Latina lo han hecho en el marco de un sistema ¨plagado de errores y de equipos operativos imperfectos, y de comadrería partidaria¨…

Alan García quedó atrapado entre la humillación y el honor; siendo así por una de dos razones el otrora gobernante, dejó por escrito, antes de darse un disparo a la cabeza, lo siguiente: “(…) le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones, a mis compañeros una señal de orgullo y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios, porque ya cumplí la misión que me impuse”.


E. P. D

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